jueves, mayo 12

Sin gorrito no hay cumpleaños

(O así debería ser)


Pasé el lunes a una farmacia en uno de mis ya tradicionales paseos en búsqueda de medicamentos varios. Eran eso de la 13:30 y el lugar estaba repleto de gente intentando salir de ahí lo más rápidamente posible para regresar a la oficina o ir a almorzar.

Entre toda esta gente había una chica de unos 18 años, con cara de angustia, mirando subrepticiamente a todos lados como intentando esconderse. Se acercó al mesón –atendido por un hombre de unos 40 años- y preguntó en voz muy bajita: ¿tiene condones? El caballero la miró y respondió en voz muy alta, apuntando: “ahí arriba están. ¿De cuáles quiere?” “No, de cualquiera no más”, respondió ella, insistiendo en mantener la voz baja y, claramente, con intención de hacer el trámite de la manera más piola posible.

A estas alturas ya todos habíamos comprendido esta interacción y estaba clarísimo qué buscaba la chica. Entre nosotros había una mujer de edad, con evidente cara de desaprobación, quizás pensado “la juventud hoy en día…”; un hombre de unos treinta y tantos con expresión de “mish, se las trae la niñita” y otros mirándola con lástima, no sé si por “pobrecita, en los pasos que anda” o por “qué lata que la miren así”. Yo era de los últimos.

Le entregaron la cajita –que ella ni siquiera escogió- y salió a paso veloz.

Después de este incidente, decidí hacer un pequeño experimento: en lugar de tomar el metro para regresar a casa, opté por recorrer el tramo a pie por Providencia (desde Los Leones hasta Salvador) y visitar las farmacias que encontraba a mi paso. Entré a nueve.

Un estudio realizado por el Ministerio de Salud en abril de este año indica que la edad promedio de inicio de las relaciones sexuales en Chile es 17,4 en mujeres y 16,2 en varones. Esta cifra baja a los 15,6 años en mujeres de grupos más vulnerables.

Del grupo sexualmente activo, entre 15 y 19 años, un 73% de los encuestados reconoce no usar ningún método anticonceptivo. Sólo un 9,4% utiliza la píldora y un 10,1% utiliza el condón. Esta cifra baja considerablemente cuando se trata de la primera relación sexual: un 5% de las mujeres del estrato medio-alto usa condón (sólo un 1,8% de las de grupos más vulnerables) y un 2% de los varones.

Con respecto a la última relación sexual mantenida con alguien que no fuese su actual pareja (estable), un 66,4% de las mujeres y 70,3% de los varones no utilizó preservativo.

¿A qué vienen estas estadísticas? Fácil. Entré a nueve farmacias con el fin de averiguar sobre la accesibilidad de los preservativos. En todas ellas, se encuentran sobre el mostrador, lejos del alcance de la mano, de modo tal que quien quiera comprarlos debe pedirlos al farmacéutico. Es más, en muchos casos ni siquiera es posible leer lo que dicen las cajas para saber de qué tipo son. Esto para mí no significa ningún problema, pues hace ya bastante tiempo dejé de lado pudores ridículos y la preocupación de qué va a pensar la gente. Pero pongámonos en la situación de un joven de 15 años, pronto a iniciar su vida sexual, que va a buscar la forma de protegerse y descubre que no tiene cómo “pasar piola” ni descubrir bien qué quiere.


1. Condones hay de muchísimos tipos: ultra sensibles, con espermicida, con sabor, fosforescentes, ultra resistentes… incluso el otro día vi unas cajitas con decoración hippie. Quien compra por primera vez (y todas las veces que vienen después) debe tener la opción de intrusear tranquilamente, sin ser observado, con el fin de escoger correctamente lo que mejor se ajuste a sus necesidades. Esto es difícilmente posible si está siendo atendido por un farmacéutico que debe atender a otros, especialmente si se siente observado.

2. Me ocurrió una vez que me atendió una señora mayor, de muy mala gana y con una mueca de desaprobación perpetua en su rostro. ¿Cómo reacciona frente a esto un chico o chica de 16 años? (Por favor, abramos los ojos: a esta edad ya deberían comprar)

3. Ni hablar del resto del público: la gente es intrusa y lo hace saber sin pudores en estas circunstancias. De verdad que te miran raro, sobre todo si eres mujer.

Los preservativos deberían estar al alcance de la mano: en los pasillos de las farmacias, junto a las pastas de dientes, cepillos, toallas higiénicas, etc. El problema de la accesibilidad a los preservativos no es uno menor: estoy segura de que muchas personas dejan de comprarlos –y, en consecuencia, de protegerse- porque les da vergüenza someterse a este tipo de escrutinio. Seamos francos: existe un estigma en torno al condón. Quien lo compra, es para "pegarse un polvo" (en oposición a la píldora, que transmite la idea de una relación estable).

Como dije, estoy pensando principalmente en los jóvenes; ese grupo entre 15 y 19 años de que hablan las estadísticas. Cierto es que se puede argumentar que quien no tiene la madurez para ignorarlo, no tiene la madurez para iniciar su vida sexual, pero hay que abrir los ojos y aceptar la realidad: maduros o no, los jóvenes están teniendo relaciones sexuales. Aunque no nos guste. Lo mínimo que podemos hacer es aceptarlo y no poner barreras a algo que, en estos tiempos, ya debería considerarse una necesidad de primer orden.

3 Comments:

Anonymous Anónimo said...
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Tengo dos breves historias con respecto a la compra de condones:
1) En mi post-adolescencia, pregunté en una farmacia discretamente '¿tiene condones?'. 'No se llaman cotones, se llaman cotonitos' me respondió la dependiente. 'CONDONES' tuve que decirle a toda boca. '¡Ah, preservativos quiere usted!'. Súper cómodo. Como si no hubiera sabido que se llamaban también condones.
2) Hace apenas un año y medio (y ya no soy ningún adolescentito) pedí condones en la farmacia a dos cuadras de mi casa y el tipo que me atendió no paró todo el rato de sonreír, cuchicheó con una colega observándome y me entregó el paquete con una mirada cómplice... Luego he ido a comprar un paracetamol, por ejemplo, y el tipo parece que se acuerda porque vuelve a reírse muy picarón.

Parece que todos actuamos como púberes a la hora de comprar y vender condones, lo que es una soberana huevada. Y sería necesario, además de ponerlos en lugares más accesibles, entrenar a los vendedores para no ser desagradables en ese momento de la compra, que de por sí no es cómodo.
Otra cosa nada que ver: pucha que hay hartas farmacias en Santiago.
Saludos.-

12 mayo, 2005 19:03  
Blogger Unknown said...
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El cuento de los condones es mas complicado aún, yo un tiempo vivi en alemania, ahi el uso de condones es fuerte, tu los encuentras en los dispensadores de dulces, las cajas van desde los 3 condones hasta cajas gigantes con muchos condones, distintos tipos, texturas, colores, etc. Yo inicie mi actividad sexual alla, y los minos utilizan el condon si o si.
Cuando retorne recuerdo que fui a la farmacia a comprar condones y logico que las farmaceutas miran con cara de oye tu chica cochina eso no es de mujeres, bueno tambien miran con cara rara cuando compras antioconceptivas o ovulos conjugados, todo lo del sexo resulta pudoroso aqui, pero lo peor es que las pocas veces que tuve sexuço casual y libre de comprom,iso, cuando aparecia con un condon, los minos igual se extrañaban, porque siento que para las mujeres hacerse dueñas de su propia sexualidad es dificil, tiene muchos estigmas.
Yo creo que por eso todo lo relacionado al sexo lo mantienen bien escondido, adueñarte de tu propia sexualidad es casi pecado.

03 agosto, 2005 08:34  
Anonymous Anónimo said...
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Bueno bueno, por casualidad he caído por acá y no puedo dejar esta página sin contar lo mío y expresar mi conformidad con lo que comentáis. Soy español, vivo en España y a los 35 años me separé y tenía relaciones sinceramente no estables, y normalmente usaba condón. El caso es que un chaval de mi calle con el que charlaba de vez en cuando, me propuso todo colorado que si podía comprarle una caja de preservativos, a lo que accedí intentando no dar importancia a éste hecho pero sí comentarle : un "haces bien". Bueno, la farmacia que escogí por premura ya que tenía que marchar fuera era una poco visitada por mí pero cerca de mi casa; pues resulta que la señorona que me atendió era y es de "comunidades cristianas" y me dijo que no tenía ni pensaba tener a lo que le respondí tranquilamente que me sacara el libro de reclamaciones y allí anoté mi reclamación ante más de 15 personas que aguardaban su turno e incluso alguna protestó a la farmacéutica por no disponer de productos que se deberían vender en farmacia... Ahora tengo 52 años, pero esa anécdota no deja de pasarme por mi cabeza, ella sigue sin vender preservativos, pero siempre que la veo entro adrede y le pido! aunque para la relación con mi mujer ya tenga que despreocuparme por eso de la menopausia, pero me es igual... qué demonios! la tipeja esa! Un saludo.

20 agosto, 2007 18:12  

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