jueves, marzo 2

Divagando

Pienso que años (muchos) atrás las relaciones deben de haber sido más sencillas. El hombre cortejaba a su futura mujer con la aprobación -y el estricto control- de los padres; se casaban y vivían japilieverafter. Da igual si de verdad eran felices o no; el punto es que te casabas y ya, nada de cuestionarse sobre sobre la separación de bienes (porque el divorcio era impensable), el SIDA (porque no existía) ni tampoco mucho sobre el desempeño camístico porque el orgasmo femenino era un mito y por lo demás las mujeres no solían tener el arsenal de comparación que tienen hoy en día. Sí, lo extraño.

Actualmente el cuento es bastante más complejo. Las mujeres han ganado el espacio que se merecen y con ello vienen una serie de modificaciones respecto de la conducta amorosa/sexual... en primerísimo lugar, toman decisiones y las toman -dentro de lo que se puede, es imposible prever el futuro- de manera informada.

Esto lo considero fantástico; lo que me @~€·#& es que esta forma de pensar se ha convertido en un tipo diferente de opresión, en que no se tiene ningún respeto por quienes optan por lo más tradicional: pareja única en la vida (conozco un par de casos, aunque pocos), dedicarse a la maternidad, cocinar, llevar la casa y hacer muchas cosas que a mí en realidad de momento poco me importan (no porque no las quiera en algún momento de la vida, sino simplemente porque soy una pendeja cobarde), aunque me viene a ratos.

Se espera que en muchos casos las mujeres tomen la iniciativa y "la lleven" y, aunque nadie tiene muy claro qué significa eso, he percibido una creciente tendencia a la masculinización de las mujeres (miren quién habla, con esta boquita).

Lo siento, pero las pailas que somos iguales. Y la verdad es que no lo siento tampoco, es sólo una mala costumbre mía discrepar partiendo con esa frase. Me carga que ahora esperen que una tome la iniciativa, me carga esa obsesión que percibo a mi alrededor con andar relajada por la vida "putting notches in the bedpost" (anotarse otra marca en el respaldo de la cama) sin ataduras y me irrita sobremanera la pregunta "¿el tamaño importa?" (qué mierda sé yo, nunca he sacado una regla).

Es verdad, hace ya un par de décadas se nos abrió un mundo de posibilidades, pero a estas alturas estoy chata de tomar decisiones. Caí también en la vorágine de pretender que todo está bien y me gusta el mundo light, de reprimir lágrimas y que nadie me vea llorar (no recuerdo la última vez que lloré frente a alguien... creo que fue meses después de la muerte de mi abuelita el '99), de llevar el peso de muchas cosas que no me corresponden porque -aparentemente- soy la más fuerte (¡las pailas!). Se me vienen decisiones muy duras y no creo estar preparada. O sea, si creo que no lo estoy, es porque no lo estoy ¿o no? En este momento me acomodaría más un garrotazo en la cabeza y que me arrastren donde y como quieran, sin opciones y -por ende- sin responsabilidades.

Masácrenme las feministas.