Obediencia a la Autoridad
... El experimento Milgram (Obedience to Authority)...
En los años 1961-62 el doctor en psicología Stanley Milgram (EEUU, 1933-1984), tras presenciar los famosos juicios de Nuremberg (década de 1940) y el juicio a que fue sometido Adolf Eichmann en Jerusalén (principios de los 60), en los que éste declaró haber actuado en estricto cumplimiento con las órdenes recibidas, llevó a cabo una investigación en un recinto de la universidad de Yale sobre la autoridad y la sumisión a la misma en detrimento del concepto personal de ética y moral.
El experimento se estructuró de la siguiente manera: En 1961 se publicó un anuncio en un periódico pidiendo sujetos entre 20 y 50 años -con todo tipo de antecedentes educacionales- interesados en participar de un estudio sobre la relación entre aprendizaje y castigo, con un pago de US$4,50/hora.
El investigador (encargado/director) informaba a los participantes que uno de los ellos sería elegido al azar para hacer de profesor y al otro le correspondería el papel de alumno. El primero debía leer pares de palabras a este último, quien tendría que recordar la segunda palabra del par después de escuchar la primera. Si fallaba, el profesor tendría que darle una descarga eléctrica al alumno como una forma de reforzar el aprendizaje. Lo que el voluntario ignoraba era que el proceso estaba arreglado para que él terminase como profesor, dado que quien haría de alumno era en realidad un actor encargado de convencerle de que se le estaba aplicando una descarga cada vez más fuerte. En realidad, el estudio no pretendía analizar la relación entre castigo/aprendizaje, sino la actitud de una persona común y corriente frente a la autoridad y el grado/límite hasta el cual estaba dispuesta (el primer estudio incluyó solamente hombres) a obedecerla.
Las descargas iban de los 15 (marcado "descarga leve") a los 450 voltios (marcado "cuidado: descarga severa"), ascendiendo de 15 en 15 por cada 'error' cometido por el alumno. El investigador y el profesor iban a la habitación de al lado y el experimento comenzaba. El profesor leía las palabras a través de un micrófono y escuchaba las respuestas del alumno. Los primeros errores eran castigados con descargas leves, pero conforme el nivel de descarga aumentaba, el profesor empiezaba a escuchar las quejas, concretamente a los 75 voltios. A los 120 voltios el alumno gritaba diciendo que las descargas eran dolorosas. A los 135 aullaba de dolor. A los 150 anunciaba que se negaba a continuar. A los 180 gritaba diciendo que no podía soportarlo. A los 270 su grito era de agonía, y a partir de los 300 voltios estaba con estertores y ya no respondía a las preguntas.
En los años 1961-62 el doctor en psicología Stanley Milgram (EEUU, 1933-1984), tras presenciar los famosos juicios de Nuremberg (década de 1940) y el juicio a que fue sometido Adolf Eichmann en Jerusalén (principios de los 60), en los que éste declaró haber actuado en estricto cumplimiento con las órdenes recibidas, llevó a cabo una investigación en un recinto de la universidad de Yale sobre la autoridad y la sumisión a la misma en detrimento del concepto personal de ética y moral.
El experimento se estructuró de la siguiente manera: En 1961 se publicó un anuncio en un periódico pidiendo sujetos entre 20 y 50 años -con todo tipo de antecedentes educacionales- interesados en participar de un estudio sobre la relación entre aprendizaje y castigo, con un pago de US$4,50/hora.
El investigador (encargado/director) informaba a los participantes que uno de los ellos sería elegido al azar para hacer de profesor y al otro le correspondería el papel de alumno. El primero debía leer pares de palabras a este último, quien tendría que recordar la segunda palabra del par después de escuchar la primera. Si fallaba, el profesor tendría que darle una descarga eléctrica al alumno como una forma de reforzar el aprendizaje. Lo que el voluntario ignoraba era que el proceso estaba arreglado para que él terminase como profesor, dado que quien haría de alumno era en realidad un actor encargado de convencerle de que se le estaba aplicando una descarga cada vez más fuerte. En realidad, el estudio no pretendía analizar la relación entre castigo/aprendizaje, sino la actitud de una persona común y corriente frente a la autoridad y el grado/límite hasta el cual estaba dispuesta (el primer estudio incluyó solamente hombres) a obedecerla.
Las descargas iban de los 15 (marcado "descarga leve") a los 450 voltios (marcado "cuidado: descarga severa"), ascendiendo de 15 en 15 por cada 'error' cometido por el alumno. El investigador y el profesor iban a la habitación de al lado y el experimento comenzaba. El profesor leía las palabras a través de un micrófono y escuchaba las respuestas del alumno. Los primeros errores eran castigados con descargas leves, pero conforme el nivel de descarga aumentaba, el profesor empiezaba a escuchar las quejas, concretamente a los 75 voltios. A los 120 voltios el alumno gritaba diciendo que las descargas eran dolorosas. A los 135 aullaba de dolor. A los 150 anunciaba que se negaba a continuar. A los 180 gritaba diciendo que no podía soportarlo. A los 270 su grito era de agonía, y a partir de los 300 voltios estaba con estertores y ya no respondía a las preguntas.
Los profesores, por su parte, mostraron las primeras señales de titubeo a los 75 voltios y a los 120 comenzaron a cuestionarse el objetivo del experimento. Sin embargo, el investigador respondía a cada titubeo y de manera impasible con los siguiente comandos en este orden:
"¡Continúe, por favor!"
"El experimento requiere que continúe"
"Es absolutamente esencial que continúe"
"¡Usted no tiene elección! ¡Debe continuar!"
Si después de la cuarta orden el profesor seguía negándose, el experimento se suspendía.
Si bien es cierto esta serie de experimentos fue sometida a fuertes cuestionamientos éticos y morales debido a los niveles de angustia que provocó en los sujetos, sus resultados fueron sorprendentes. Los investigadores habían hipotetizado que el promedio de descarga aplicada se situaría en 130 voltios y que el porcentaje de sujetos que aplicaría el máximo de 450 voltios oscilaría entre 0% y 1%. La realidad es que ninguno de los profesores detuvo las descargas antes de llegar a 300 voltios... y el 62,5% de ellos aplicó la descarga máxima -450 voltios- aun cuando la mayoría de los alumnos ya casi no daba señales de vida.
En años siguientes se realizaron muchos estudios basados en la serie de Milgram, en los cuales se estudiaron diferentes variables como proximidad, género y apoyo, pero los resultados no mostraron variaciones significativas. En el estudio de proximidad, un 32% de los sujetos aplicó el voltaje máximo mientras sujetaba la mano de su víctima.
¿Qué opinamos ahora de la naturaleza humana?
*Los dejo con "We Do What We're Told (Milgram's 37)" de Peter Gabriel: DESCARGA
4 Comments:
me quede pa adentro!
ups... según ese estudio, tendríamos cualidades sin par para ser torturadores... Nos protegemos en la orden para hacer en rigor algo que nos gusta...
mmmmmmm... pensaré sobre el asunto...
Saludos cordiales
...que duro, lo peor de todo, es tener una prueba mas que avale mi desconfianza en la humanidad...por eso quiero a mi gata, aunque a veces ella también me pega porque olvido dejarle mucha comida en el plato (mmm....no le pasare nunca un aparatito de esos del experimento)
Notable... el experimento explica porque hay tanto gil haciendo tonteras por ahi. Están obedeciendo, pero no a un "jefe",sino a las directrices de estupidez que imponela tele y el "peer pressure"..
buen blog...saludos
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