sábado, mayo 6

Ángeles en el camino

10am de un viernes, un auto se detiene a la altura del peaje en Curicó (en dirección sur). Pero se detiene de verdad, kaput, pese al esfuerzo de su ocupante por echarlo a andar nuevamente. Dado que se encuentra literalmente en el peaje -por lo que está obstruyendo el paso- se baja del vehículo y comienza a empujar; dos segundos después, palidez instantánea, sudor en la frente, mano al pecho, y kaput él también.

Su acompañante -que siempre ha sido un tanto nerviosona- se baja desesperada y se pone a chillar para que alguien los ayude, mientras el señor en cuestión yace en el suelo cada vez con más dificultades para respirar. Pasan varios minutos y la gente no presta atención, hasta que una señora en una camioneta a punto de pagar el peaje -rato después explica a la pareja que iba rumbo a Linares, al cumpleaños de su hija- se baja de su vehículo y obliga a la gente que estaba en la fila a retroceder para sacar su camioneta, entre bocinazos y vociferaciones. Logra salir de ahí en medio de un espectáculo digno de ver, sube a la pareja afectada a su camioneta -en la que también iba la madre de la señora, de unos 60 años- y conduce rápidamente hacia la asistencia pública de Curicó (lo más cercano).

Una vez en el centro asistencial, enfermeras pasan al lado del afectado y no lo toman ni en cuenta. "Hay personas esperando desde antes", dicen. Es el turno de la madre de la señora, quien camina decididamente hacia recepción echándoles en cara a su negligencia -"¿pero cómo no le dan prioridad a un infartado?"-, y luego a la dirección del centro con teléfono en mano listo para presionar send y comunicarse con la prensa en caso de que no se tomen las medidas correspondientes ipso facto. Dos minutos después, el señor se encuentra en una camilla, conectado a todas las máquinas posibles dentro de las limitaciones del lugar, que ni siquiera contaba con un cardiólogo. En el transcurso del día, ya estable, lo trasladan a Santiago.

Mi padrino está mal. Muy mal. Nadie se atreve a hacer promesas, porque es muy probable que éstas resulten ser vanas. Bien podría uno decir que entonces el esfuerzo realizado por estas dos mujeres no sirvió de nada, considerando el pronóstico. Sin embargo, aun cuando ocurriera lo que nadie quiere, la ayuda entregada por ellas dio a mis primos la oportunidad de ver a su padre y-posiblemente-despedirse. De pasar un poco de tiempo con él; de conversar. Eso no tiene precio.

No soy católica, pero creo que ocasionalmente, tenemos la suerte de encontrarnos con ángeles.


***Actualización de lunes a las 1:30am***
Mi padrino fue sometido a una angioplastía el sábado, procedimiento que aplicaron con stent en dos arterias y balón en otra más, y hasta ahora el resultado ha sido favorable. O sea, sigue grave y le quedan sus cuantas semanas en la UCI y un proceso muy largo de recuperación... pero ya están hablando de recuperación, palabra que tres días atrás no se atrevían a mencionar.

1 Comments:

Blogger Pau said...
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Esos momentos en que cada segundo es demasiado importante, deberíamos aprender a abrir más los ojos, a darnos cuenta de lo que pasa a nuestro alrededor.

Porque tocar la bocina sentados en nuestro auto, lejos es lo más fácil.

Suerte con lo de tu padrino.

Saludos.

06 mayo, 2006 16:32  

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