lunes, enero 24

Vamos a la playa, oh oh oh oh oh....

Cuando estoy aburrida, muy cansada, con ganas de relajar las neuronas pensando en la inmortalidad del cangrejo y ocupar la mente en idioteces sin sentido, suelo prender la televisión. ¿Qué mejor, no? Inmediatamente nos vemos bombardeados por una serie de imágenes livianitas con distintos grados de atractivo; autos último modelo, pinturitas en bikini, modelitos con camiseta tipo 'playa salvaje', musculositos todos y con bronceados que resaltan esa sonrisa Pep. Minas tapadas casi con hojas de parra promocionando cervezas, bronceadores, servicios telefónicos, una Isapre, qué se yo, si el cuento es que la imagen -en este caso, de piel- vende.

Claro que no toda la televisión es así. A eso de las 20:00 hrs disfruto de poner Chilevisión y entretenerme con el último debate de El Termómetro, seguido de las noticias a las 21:00, con el fin de mantenerme al tanto del "acontecer nacional e internacional", para usar un lugar común. Los noticieros, al igual que los demás programas de televisión, están supeditados a lo visual; no importa qué noticia se transmita, la imagen que la acompaña intenta ser, en la mayoría de los casos, lo más chocante y conmovedora posible, pues quienes están a cargo saben que es ésta la que vende y no las palabras. Por esto es común ver a gente llorando frente a las cámaras: porque falleció un familiar/fue asaltado/desapareció el hermano/etc., todo esto muy normal y obviamente merecedor de lágrimas, pero demuestra la existencia de una sobreexplotación de la imagen. Esto en general no hace mayor daño; más bien alimenta el morbo del ciudadano promedio que ansía tener una vida más emocionante o, por el contrario, necesita ver la desgracia ajena para comprender que en realidad su vida tan terrible no es...

Claro que existen algunas ocasiones sí tiene consecuencias más severas, como pudimos nosotros comprobar la madrugada del lunes 17 de enero.
A estas alturas ya todos sabemos de la gran tragedia ocurrida en Asia, hace ya casi un mes (y si todavía no has ayudado, házlo) . Cómo no saberlo, si los noticieros se encargaron de transmitir imágenes de la ola rompiendo en la playa una y otra vez durante tres semanas... Puedo entender la obligación -que obedece a una necesidad- de informar, pero de veras que tanto detalle y dale con lo mismo me parece poco más que un morboseo. Las imágenes mostradas son realmente impactantes y ayudaron en gran medida a crear una conciencia colectiva de lo que estaba ocurriendo en aquel lugar tan alejado de nosotros... pero OJO. ¿Era realmente necesario mostrar la ola desde arriba, desde abajo, desde el lado, del otro lado, por delante, por detrás, en 45º, en 70º, etc, como queriendo escribir un kamasutra mórbido? E -insisto- ¿durante tres semanas????

Lo que esto consiguió no fue solo crear conciencia, sino a la larga insensibilizar. "¿Otra vez con lo mismo? esto ya lo vi", son palabras que habrán emitido unas cuantas personas después de la primera semana, y después de la tercera o cambiaban el canal o agarraban las palomitas y analizaban las imágenes cual película joligudense. Y a fin de cuentas esto ni siquiera es tan terrible como la otra consecuencia que tuvo tanto lavado de cerebro, que fue este pánico latente en el inconsciente colectivo, que se hizo patente y consciente el 17 de enero en Concepción. ¿Debe extrañarnos acaso que, después de tanto bombardeo de terribles imágenes, 12.000 personas hayan huido a los cerros? Obvio, si ya estamos todos igual que los perritos de Pavlov; nos dicen "tsunami" y nos cagamos enteros, sobre todo quienes viven en la costa, lo cual no es menor. Este suceso nos demostró que la televisión muchas veces, con su adicción por la imagen, en lugar de informar, desinforma. Con lo que el público general se quedó fue con que hubo una ola gigante que mató a cientos de miles de personas... ¿YYYY?... y eso no más. De planes de emergencia, vías de escape, eventos a observar por ver si se viene un tsunami ni se habló, pero ¡dale con las imágenes del autito arrastrado por el agua!

La verdad es que a mi lo que ocurrió en Concepción me demuestra la gran idiotez (viene del griego idiotés, persona aislada del resto, que no tiene nada que ofrecer y a la cual todos manipulan) de los medios, tan preocupados ellos por vender con el morbo -darle pan y circo al pueblo- y metiéndose al bolsillo los millones de ganancia junto con esa frase tan bonita de que "la televisión es un vehículo educativo". Y qué hablar de las autoridades. ¿Puede alguien explicarme como recién ahora están hablando de elaborar un plan de emergencia en caso de maremoto, SI SOMOS UN PAÍS CON 4.000 KM. DE COSTA?????????

En serio, por favor que alguien me lo explique