Viejito Pascuero, para esta noche te pido...
Bueno, ya terminaron las fiestas navideñas y nuevamente nos toca recoger los adornos, el arbolito y -si nos portamos bien- los envoltorios de aquellos regalos que nos trajo el viejito luego de pasar las últimas semanas en la locura de las compras, buscando a último minuto ese regalo perfecto para esa persona tan adorada a quien en un fecha cualquiera no se nos pasaría por la cabeza obsequiar algo.
Después de todo, de eso se trata ahora Navidad: comprar lo mejor que encontremos dentro de nuestras posibilidades -endeudarnos si es necesario- para así demostrar a otros lo importantes que son.
Esto es especialmente cierto en el caso de los niños, a quienes los adultos hemos enseñado mediante la televisión y nuestras mismas actitudes que Navidad es el momento de pedir a 'viejito' y/o sus padres esa bicicleta último modelo, el equipo dvd o el celular que saca fotos. Deseos en su mayoría que los padres se desviven por satisfacer, no sea que nuestro hijo/hermanito/sobrino se enoje con nosotros y piense que no lo queremos. Además, es archisabido que, después de todo, Navidad es para los niños.
¿Qué hay de los niños cuyos padres no pueden costear ni siquiera un chocolate? Porque en nuestro sistemas las lucas son las reinas y dictaminan que a las tan manoseadas palabras "Feliz Navidad" se adjunte un corolario tácito: a quienes puedan costearla. Quienes pueden costearla fueron losresponsables del aumento oscilante entre el 6 y el 8% en las ventas de esta fecha en relación con el año pasado. Sin embargo, para parte importante de nuestra sociedad "Feliz Navidad" son palabras exhibidas detrás detrás de una reluciente vitrina a 10 metros de altura, en tanto ellos celebran con un tazón de sopa aguada antes de dormir en el suelo o en un colchón compartido entre cuatro.
"Caridad empieza por casa", pronuncia el dicho. "Empieza en casa", no "termina en casa". En ningún caso critico el olvidar esos roces que se tuvo con el hermano y demostrarlo/disculparse con un obsequio. Tampoco repudio esa rica cena navideña alrededor de una mesa decorada ad hoc antes de abrir los regalos. Sólo me apena la tranquilidad con que damos todo esto por hecho en tanto otros ni siquiera imaginan que existe una vida como la que nosotros llevamos. Me sorprende aún más el cómo tanto católico (de la boca para afuera) olvida que -según cuenta la leyenda- Jesús nació en un humilde pesebre rodeado de animales.
15.000 cartas se recibieron este año en las oficinas de correos, escritas por niños de escasos recursos. La mayoría de las peticiones no tenía nada extraordinario: una bicicleta, una pelota de fútbol, una muñeca para vestir y una camiseta del equipo regalón. Claro que no faltaron aquellas que llegan hasta el mismo corazón: por favor viejito, quiero una cena de navidad que nunca he tenido una; por favor tráeme un colchón para que mis hermanitos tengan dónde dormir; te pido que mi papá ya no tome tanto...
Se estima que aproximadamente 1/3 encontró un viejito pascuero privado que hiciera realidad su sueño, lo cual significa que unos 10.000 niños vieron una vez más caer sus palabras en saco roto. Y no olvidemos que estas cifras encluyen sólo a los niños que saben escribir.
¿Por qué no el próximo año, en lugar de gastar $5.000 en esa polera para nuestra hermana que ya tiene otras 10, gastamos sólo $500 en una linda tarjeta village y con el dinero restante compramos una pelota de fútbol a un niño?
Después de todo, de eso se trata ahora Navidad: comprar lo mejor que encontremos dentro de nuestras posibilidades -endeudarnos si es necesario- para así demostrar a otros lo importantes que son.
Esto es especialmente cierto en el caso de los niños, a quienes los adultos hemos enseñado mediante la televisión y nuestras mismas actitudes que Navidad es el momento de pedir a 'viejito' y/o sus padres esa bicicleta último modelo, el equipo dvd o el celular que saca fotos. Deseos en su mayoría que los padres se desviven por satisfacer, no sea que nuestro hijo/hermanito/sobrino se enoje con nosotros y piense que no lo queremos. Además, es archisabido que, después de todo, Navidad es para los niños.
¿Qué hay de los niños cuyos padres no pueden costear ni siquiera un chocolate? Porque en nuestro sistemas las lucas son las reinas y dictaminan que a las tan manoseadas palabras "Feliz Navidad" se adjunte un corolario tácito: a quienes puedan costearla. Quienes pueden costearla fueron losresponsables del aumento oscilante entre el 6 y el 8% en las ventas de esta fecha en relación con el año pasado. Sin embargo, para parte importante de nuestra sociedad "Feliz Navidad" son palabras exhibidas detrás detrás de una reluciente vitrina a 10 metros de altura, en tanto ellos celebran con un tazón de sopa aguada antes de dormir en el suelo o en un colchón compartido entre cuatro.
"Caridad empieza por casa", pronuncia el dicho. "Empieza en casa", no "termina en casa". En ningún caso critico el olvidar esos roces que se tuvo con el hermano y demostrarlo/disculparse con un obsequio. Tampoco repudio esa rica cena navideña alrededor de una mesa decorada ad hoc antes de abrir los regalos. Sólo me apena la tranquilidad con que damos todo esto por hecho en tanto otros ni siquiera imaginan que existe una vida como la que nosotros llevamos. Me sorprende aún más el cómo tanto católico (de la boca para afuera) olvida que -según cuenta la leyenda- Jesús nació en un humilde pesebre rodeado de animales.
15.000 cartas se recibieron este año en las oficinas de correos, escritas por niños de escasos recursos. La mayoría de las peticiones no tenía nada extraordinario: una bicicleta, una pelota de fútbol, una muñeca para vestir y una camiseta del equipo regalón. Claro que no faltaron aquellas que llegan hasta el mismo corazón: por favor viejito, quiero una cena de navidad que nunca he tenido una; por favor tráeme un colchón para que mis hermanitos tengan dónde dormir; te pido que mi papá ya no tome tanto...
Se estima que aproximadamente 1/3 encontró un viejito pascuero privado que hiciera realidad su sueño, lo cual significa que unos 10.000 niños vieron una vez más caer sus palabras en saco roto. Y no olvidemos que estas cifras encluyen sólo a los niños que saben escribir.
¿Por qué no el próximo año, en lugar de gastar $5.000 en esa polera para nuestra hermana que ya tiene otras 10, gastamos sólo $500 en una linda tarjeta village y con el dinero restante compramos una pelota de fútbol a un niño?
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